Salió de aquel lúgubre consultorio, aun sentía ese extraño frío en su cuerpo. Nunca pensó que seria tan fuerte, tan impactante...
Daniela tenía dieciséis años, cursaba tercer año de enseñanza media. Era la niña aplicada del curso, introvertida y con una belleza particular. Por su parte Pablo tenía diecisiete años, era un joven deportista bastante popular. Nadie esperaba que se fueran a enamorar... pero así fue. Ya eran siete meses de relación, una muy bella.
Estos jóvenes enamorados, fueron víctimas de una cautivadora noche estival, de aquellas capaces de transformar incluso al mas íntegro.
-“Una. No, dos semanas”- Dijo Daniela para sí, mirando un calendario.
Estaba preocupada y no era para menos, tenía un atraso.
“Positivo”, rompió en llanto, en la soledad de su habitación, solo podía mirar una y otra vez, aquel pequeño aparato que confirmaba su miedo. En ese momento, un sin fin de cuestionamientos se agolparon en su cabeza.
Pensaba que hacer... Podía contarle a sus padres, ellos siempre la apoyarían, lo difícil era conseguir el valor para darles tal noticia. Pero Pablo debía saberlo, porque a pesar que esa pequeña nueva vida crecía dentro de Daniela ambos eran responsables.
-“¡Pablo!”- dijo sollozando.
- “Daniela. ¿Qué te pasa, estás bien?- respondió preocupado.
-“Tenemos que hablar”- hubo un silencio – “Hoy en la plaza, a las seis”- colgó.
Había una banca en la plaza, un lugar agradable y poco concurrido. Daniela se sentó mientras esperaba que Pablo llegara. Le tomó por el hombro, ella volteó asustada, al verlo solo pudo abrazarlo. Pareció eterno... Daniela así lo quería.
-“¿Qué tenías que decirme?”- dijo Pablo interrumpiendo el enorme silencio.
Sin mayores preámbulos y decidida respondió
-“Estoy embarazada”
El silencio reino nuevamente. Los ojos de Daniela se llenaron de lágrimas, Pablo solo permaneció inmóvil.
-“Aborta”- fue la única palabra que pudo articular tras una larga espera.
Más tarde, encerrada en su habitación, leía la lista de clínicas de aborto mientras en sus manos sostenía el dinero obtenido tras juntar sus ahorros con los de Pablo. Hasta ese momento el aborto no había sido una opción para Daniela, pero el imaginarse con un pequeño en sus brazos, una vida a cargo suyo, solo podía pensar que esto era lo mejor, aunque muy en su interior sabía que estaba mal.
Los días transcurrían lentamente. Daniela llegó a uno de los lugares de la lista, parecía un consultorio normal solo un tanto descuidado. En el centro de la sala se ubicaba un mesón, tras el cual estaba sentada una reservada secretaria, mujer de rostro anciano y serio.
-“¿Qué se le ofrece?”
-“Hola, yo necesito…”- se acerco con timidez – “…usted sabe”- dijo insegura.
La mujer la observó con desconfianza por unos segundos.
-“Tome asiento, le entregaré una encuesta de salud.”
Esperaba sentada, cansada. No había conseguido dormir bien. Cuando levantó la vista la secretaria estaba frente suyo con el formulario, el cual entregó.
Lo que siguió fue todo muy rápido y confuso.
Entró en la sala y observó al doctor, al verdugo de su pequeño. Ya no había vuelta atrás. Una apresurada explicación de lo que se haría, luego comenzó el horrible proceso. Todo marchaba como siempre, nadie se extrañaba ni se inmutaba, era demasiado normal para esas personas. De pronto algo extraño sucedió. Daniela escuchó una voz que pedía, suplicaba por su vida, una pequeña voz proveniente de su cabeza, de su interior. Sintió que debía detener lo que pasaba. Se produjo gran agitación en la sala, Daniela podía oír todo, finalmente un gran estruendo. Oscuridad y silencio, reinó una gran paz por algunos instantes.
-“¿Mamá?”- dijo nuevamente esa vocecita -“¿Eres tú?”
-“¿Qué he hecho?”- se preguntó.
El lugar se inundo de oscuridad nuevamente.
Abrió sus ojos. La secretaria estaba frente suyo con el formulario. Estaba en la sala de espera aún. Se paró apresurada y solo quería escapar.
Salió de aquel lúgubre consultorio, aun sentía ese extraño frío en su cuerpo. Nunca pensó que sería tan fuerte, tan impactante... Supo que no podría cargar con un peso así en su conciencia.
Caminaba hacia su casa sola, pensaba como se lo diría a sus padres, sin embargo, estaba mas tranquila. Agradecía para si el haber tenido esa pesadilla y así poder comprender lo que realmente sucedería, todo había sido muy real.
-“Gracias”- Esta palabra estremeció a Daniela. Miró a su alrededor... No había nadie... Solamente ella y un pequeño vientre que comenzaba a abultarse, a latir victorioso.
martes, 25 de diciembre de 2007
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1 comentario:
que bello luis. te juro que soñe algo muy parecido ayer. era lo mismo... ¿estamos conectados?
felicitaciones
te quiero horrores!!
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